¿Por qué será que la policía que quiere pasar por un simple ciudadano civil se parece en todo el mundo? ¿Por qué se cortan el pelo y se peinan igual? ¿Por qué usan los mismos anteojos negros y se adornan con las mismas cadenas doradas? ¿Por qué les gustan esas camisas de colores que a la larga terminan uniformándolos? En Buenos Aires, en Río de Janeiro, en Santiago, Tegucigalpa o Túnez, se los reconoce al instante.
Por eso, para los y las militantes de derechos humanos de América Latina que participan de la Cumbre en Túnez, era sencillo reconocerlos en las esquinas, en los pasillos de los hoteles, en los jardines, en las calles. Y fue hasta divertido verlos asomándose en sorprendidos racimos multicolores en la esquina de la sede de la Liga Tunecina por los Derechos Humanos en la tarde de ayer, cuando unos 200 representantes de organizaciones sociales de todo el mundo comenzaron a llegar en un taxi tras otro para celebrar una conferencia de prensa organizada en menos de dos horas, con medios internacionales y representantes de gobiernos y la presencia nada menos que de la Premio Nobel de la Paz iraní Shirin Ebadi.
La conferencia de prensa en la sede de la Liga permitió que las voces largamente silenciadas de los activistas de derechos humanos tunecinos se hicieran oir con pasión y fueran registradas en transmisión inmediata. Circularán por el ciberespacio para recordarnos que la libertad de expresión es fundamental para la vida de los pueblos y que la solidaridad y los espacios de libertad se construyen entre todos y todas, codo a codo, cara a cara, lejos de la iluminada arquitectura de los centros de conferencias, donde muchas veces se pretende encerrar nuestros discursos y adormecer nuestro compromiso.